miércoles, 22 de julio de 2015

INOCENCIA INTERRUMPIDA

Introducción: Presentación del hecho a analizar
Nuestro trabajo se basará en la película Inocencia Interrumpida, que cuenta la estadía de la escritora estadounidense Susanna Kaysen un psiquiátrico en Estados Unidos a fines de la década de los 60. La protagonista fue ingresada luego de un “supuesto” intento de suicidio, diagnosticada con Trastorno Límite de Personalidad. Durante el tiempo que pasó en el psiquiátrico, genera vínculos con las demás internas, critica o menciona ciertas ideas de la época e incluso cuestiona tanto su enfermedad como el tratamiento de la misma.
Elegimos este tema en particular dado que nos resulta interesante ver “desde adentro” la enfermedad mental, el tratamiento en el encierro, y la influencia del contexto socio-histórico en la concepción salud-enfermedad.
Para poder comprenderlo de una manera crítica y acorde a lo pautado, analizaremos tanto el contexto histórico y social (la llamada “revolución cultural”) como la concepción psicopatológica de la enfermedad y la locura misma.
Para realizar el análisis del mencionado suceso, antes de abordar el contexto en que tiene lugar, recurriremos a autores como Foucault y Kant, así como también a la propia historia de la locura, los hospitales mentales, la psiquiatría y los avances en los tratamientos, etcétera.
Contexto social e histórico
1. Lo sano y lo enfermo: perspectiva histórica de la salud en el paradigma de la simplicidad
Siguiendo el enfoque de Carro y De La Cuesta en su libro “Introducción a las Teorías Psicológicas” (2013), nos remontamos a la filosofía antigua y a los griegos para las primeras miradas y/o concepciones en materia de salud; no es casualidad que los médicos al recibirse realicen el “juramento hipocrático”. Hipócrates presentó su teoría de los cuatro humores, también llamada teoría de los fluidos, en la que hablaba de un equilibrio entre cuatro fluidos que se encuentran en el cuerpo humano como el concepto de salud, y un desequilibrio que puede asociarse a la idea de enfermedad. Una vez enfermo, el sujeto podía, por diversos métodos, recuperar la salud al volver a “equilibrar” dichos fluidos. Los humores explicaban tanto cuestiones físicas como emocionales o de la personalidad, de lo que se puede concluir que el sujeto era considerado un “todo”, sin la dicotomía alma-cuerpo que aparecerá a posteriori en la época griega (con Platón principalmente) y se acentuará luego en la llamada revolución científica.
Es con Descartes principalmente que el cuerpo pasó a ser visto como una máquina, y la ciencia se basaba en la experimentación y lo comprobable, siendo la relación causa-efecto y la consideración del todo como la suma de las partes lo que caracterizó principalmente al paradigma de la simplicidad. Descartes teorizó la Res Cógitans (materia pensante) y la Res Extensa (materia extensa). Allí, la materia extensa pasa a ser “la vedette” de quienes estudiaban al hombre, dedicándose más al funcionamiento de lo físico (el cuerpo aparece como una máquina) que de las cuestiones psicológicas o psicopatológicas, dado que todo estaba basado en la observación de la experiencia directa y los datos registrados. Si bien Descartes se interesó en explicar la relación entre lo físico, o res extensa, y la razón, o res cógitans, a través de la unión de ambos por la glándula pineal, su concepción de salud queda expuesta en una de sus frases: “un enfermo y un reloj mal hecho pueden compararse con mi idea de un hombre sano y un reloj bien hecho”.
A modo de síntesis, en el encuadre de la simplicidad encontramos que la salud es la ausencia de la enfermedad desde un punto de vista físico o biológico, lo cual repercute aún hoy en día aunque el cambio de paradigma nos lleve a entender al hombre como un todo complejo (un claro ejemplo es la especialización de los médicos). Esto, como es de esperarse, es lo que sucedía en la década de los 60 cuando nuestro hecho seleccionado tuvo lugar.
2. Las “ciencias” de la salud: el problema de la salud para ser ciencia
En el auge de la ciencia, todas las disciplinas aspiraban a serlo. El concepto de ciencia estaba claramente marcado por el positivismo, veía al todo como la suma de las partes, se basaba en una relación de causalidad lineal (tras una determinada causa se obtenía un determinado efecto), la base de la ciencia era la experimentación, que debía ofrecer datos medibles y comprobables empíricamente. En el caso de las ciencias de la salud, que tenían al hombre como objeto de estudio, debieron centrarse en lo físico, anulando el polo mental. Tanto así, que la psicología pasa a ser considerada una ciencia en 1789 cuando Wundt fundó su laboratorio de psicología experimental. Desde un punto de vista ontológico, podemos considerar que las disciplinas dedicadas a la salud mental, abandonan sus raíces en el arte y la filosofía para pasar a ser ciencias de laboratorio.
En este contexto, las ciencias de la salud buscan la “aprobación” de las demás ciencias ya establecidas, para lo cual se enfrentan al constante desafío de legitimar sus cuerpos conceptuales, tal como menciona Sandra Carro ya en el primer capítulo de su libro “Perspectivas Psicológicas en Salud”(2013). Así fue que, a la hora de definir un objeto de estudio (el hombre), se tomaron en cuenta determinadas concepciones en la materia: la salud era considerada “normal”, la enfermedad como la patología, la curación era la terapéutica, y la preservación como la prevención.
3. La locura: una visión panorámica - el manicomio y la psiquiatría
Hoy en día, los trastornos mentales son tratados tanto desde la psicología como desde la psiquiatría, además de contar con otras disciplinas que han abordado además el tema de “los problemas de la mente”. Mientras la psicología busca la salud mental a través de la comprensión, la psiquiatría centra sus conocimientos y procedimientos en fallas orgánicas. Tal como explicita el Catedrático en Psiquiatría de Madrid Gonzalez de Rivera citando a Morales, la psiquiatría es "la historia de la interpretación de la locura desde la perspectiva de la medicina" (GONZALEZ DE RIVERA; 1998:1).
Sin embargo, la locura ha existido desde la era más antigua, y fue mirada y tratada de diferentes ópticas en cada período de la historia, de acuerdo con el contexto social e histórico de cada uno de ellos.
Para hablar de la locura en la antigüedad, volvemos a referirnos la teoría hipocrática de los humores, y citamos al propio Hipócrates, quien dijo: “los hombres deberían saber que sólo del cerebro provienen las alegrías, los gozos, la risa y los juegos; y las penas, los dolores, el desaliento y las lamentaciones ... con el mismo órgano nos volvemos locos y deliramos, y nos asaltan temores y terrores, algunos de día, otros de noche ... todas estas cosas sufrimos por causa del cerebro cuando no está sano”. (Citado en MARIETAN; 2004).
Por otra parte, en la Edad Media encontramos a Santo Tomás de Aquino que a la hora de “clasificar” las patologías toma en cuenta su origen, hablando de aquellas de origen natural (como por ejemplo la epilepsia) y aquellas de origen sobrenatural. El criterio de “diagnóstico” era el Malleus Maléficarum (1487), que explicaba los síntomas de la posesión o de los signos de afiliación al demonio. La enfermedad mental se entendía como un acto diabólico o de posesión. Los enfermos mentales eran muchas veces quemados en la hoguera, durante los períodos de la inquisición.
Por otra parte, la influencia del pensamiento árabe en la Edad Media sobre tratamientos humanitarios llevó a la creación del primer hospital psiquiátrico en España en 1409, a los que siguieron algunos más en el mismo territorio, tal como nos cuenta Marietan (2004).
Continuando con la cronología que llevó a concebir la locura tal como lo hacemos hoy, en el Siglo XVIII encontramos un hecho singular que muestra claramente el debate sobre la locura entre la ciencia y la religión: el enfrentamiento entre Gassner (exorcista) y Mesmer (médico). En 1775, Gassner se dedicaba a realizar exorcismos en público en Alemania, y por otro lado encontramos a Mesmer, quien estaba ya practicando un método llamado magnetismo animal. El magnetismo animal se basaba en el principio de la existencia de un fluido que unía el hombre y la tierra, que al desequilibrarse dicho fluido en el cuerpo humano se originaba la enfermedad, y al equilibrar nuevamente el mismo se recupera la salud. Era así que con agua magnetizada, Mesmer provocaba síntomas en los pacientes y hasta la desaparición de los mismos. De esta manera, ambos métodos o ideas se superponen, y luego de una investigación la iglesia decreta que “(…) si bien el exorcismo era una práctica común y curativa de la Iglesia, debía realizarse con discreción y ajustándose estrictamente al ritual romano.” (CARRO y DE LA CUESTA; 2012:54). El método de Mesmer fue utilizado y siendo levemente modificado por varios médicos del romanticismo, evolucionando hasta el punto de ser considerado incluso un antecedente remoto del psicoanálisis, en la medida en que su evolución llevo al sonambulismo artificial (Puységur) que luego se transformó en hipnosis.
Un siglo después, “las escuelas de Nancy y Salpetrier habilitaron al desarrollo de la psiquiatría como una ciencia médica (…) con más consistencia en un nuevo enfoque” (CARRO y DE LA CUESTA; 2012:65).
En el siglo XX, encontramos importantes figuras en el diagnóstico y tratamiento de la locura, como Bleuer (médico con quien Freud comienza sus trabajos), Freud, Kraepelin, Jaspers, Meyer, entre otros. Otra figura a destacar es la de Moniz, premio Nobel de Medicina por introducir la técnica de la lobotomía, cirugía cerebral que se practicaba para calmar la “excitación” de algunos enfermos.
A mediados del Siglo XX, se publica el primer DSM por parte de la American Psychiatric Association, con el fin de estandarizar las nomenclaturas sobre las enfermedades mentales y así quienes operen con la salud mental tengan un criterio y un manual común, tal como se explica en el prólogo de la edición de 1952. Si bien hoy se está operando con la quinta edición de dicho manual, la importancia de la primera radica en que por primera vez se estandariza un criterio común y universal de clasificación, descripción y diagnóstico para las patologías mentales.
Volviendo a un breve análisis de la historia de la psiquiatría, otro enfoque a considerar, viene de la mano de Foucault, quien nos muestra en su libro “Historia de la Locura en la Época Clásica” (1964) un enfoque desde la óptica social, dado que según él podemos encontrar una estrecha relación entre pobreza y locura. Los “miserables” eran internados en hospitales, costumbre que se inicia en la Edad Media y continuará luego con el nacimiento e instalación de la burguesía. Las condiciones de aquel encierro las podemos conocer a través de Esquirol, quien en 1818 describe “yo los he visto desnudos, cubiertos de harapos, no teniendo más que paja para librarse de la fría humedad del empedrado en que están tendidos. Los he visto mal alimentados, privados de aire que respirar, de agua para calmar su sed y de las cosas más necesarias de la vida. Los he visto entregados a auténticos carceleros, abandonados a su brutal vigilancia. Los he visto en recintos estrechos, sucios, infectos, sin aire, sin luz, encerrados en antros donde no se encerraría a los animales feroces que el lujo de los gobiernos mantiene con grandes gastos en las capitales." (Citado en FOUCAULT; 1964:38) Siguiendo a Foucault, nos dice que en un principio el encierro de los locos tenía un fin muy distinto al de la curación, ya que “no fue preciso llegar al siglo XVII para encerrar a los locos, pero sí es en esta época cuando se les comienza a internar” (FOUCAULT; 1964:57), y es recién en el siglo XVIII que se les comienza a brindar una atención especial.
Por otra parte, en su “Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza” (1764), Kant nos muestra la locura desde una dualidad entre el hombre racional-irracional, basándose en las pasiones y en como el hombre “se relaciona” con ellas. El autor define la locura como un “estado de la razón trastornada” (KANT; 1764:3), en el cual el hombre intenta satisfacer su pasión incluso con la antítesis de su finalidad natural tras verse dominado por esa pasión que caracteriza como absurda. (Kant, 1764). Sin embrago, admite que no hay hombre que escape por completo a la necedad que viene de la mano de intentar satisfacer las pasiones aún cuando sabe que éstas pueden ser perjudiciales para sí. En Kant, la diferencia entre la locura y la razón está en la forma en que la racionalidad del hombre actúa para lidiar con las pasiones, aunque también admite que hay enfermedades que merecen una mirada más compasiva, a las cuales no considera “lacras de la cabeza”, sino perturbaciones de la cabeza. (Kant, 1764).
Analizando al autor desde una mirada más ligada a la moral, Kant clasifica las enfermedades en dos grandes grupos: las que perjudican sólo al individuo y no afectan la convivencia del resto, por lo que merecen una mirada más compasiva, y aquellas que sí afectan la convivencia o el orden del resto, como la avaricia, necedad, soberbia, que considera aborrecibles y las llama “lacras”. Desde esta perspectiva, se puede interpretar como es que la locura es relacionada con algo perjudicial o nocivo para la sociedad en que “el loco” se haya inmerso.
4. Trastorno límite de la personalidad: la construcción de una patología
A comienzos del siglo XX, la psicopatología categorizaba las personas de la siguiente manera: “normal” – “neurótico” – “psicótico”. También se ha intentado explicar esta patología a través de la esquizofrenia, para finalmente ser designada como trastorno límite de personalidad, o en inglés, borderline personality disorder. A pesar de que el nombre de dicho trastorno recién se hace oficial cuando es incluido en el manual DSM-IV, casi a fines del Siglo XX, la enfermedad ha gestado una larga historia que atraviesa tanto los ejes de la psiquiatría, que intenta abordarla desde la esquizofrenia, y el psicoanálisis, que aborda la misma desde una perspectiva más “descriptiva”.
En 1184, el psiquiatra Hughes utiliza en 1884 el término “borderline” para hablar de estados límites de la locura, mientras que por otro lado, Kraepelin teoriza en 1883 sobre formas atenuadas de esquizofrenia, las cuales adoptan cuadros clínicos que no “cuadran” ni en lo psicótico ni en lo neurótico.
Luego de casi un siglo de estudios y designaciones, en 1958 se propone la designación de borderline para las esquizofrenias que se asociaban a las características y sintomatología de la patología en cuestión, con lo que podemos concluir que tanto la perspectiva de corte más psicoanalítico (basado en la oscilación entre neurosis y psicosis, con un énfasis más descriptivo de la sintomatología) con la perspectiva de corte de la psiquiatría (explicando desde la asociación de la esquizofrenia) alcanzan una determinada unidad que permite que comience a gestarse la concepción actual del TLP (trastorno límite de personalidad).
Es entonces a mediados de los 60 que se obtiene finalmente una sintomatología y descripción del trastorno, con datos tanto cualitativos como cuantitativos. Los síntomas y características del trastorno límite de personalidad en el momento en que se basa nuestro hecho histórico a considerar serían:
  1. Rabia como afecto único o esencial
  2. Trastorno de las relaciones afectivas, las cuales se caracterizan por no ser simétricas.
  3. Inestabilidad presentada por la ausencia de indicadores de identidad, lo cual también puede entenderse como una autoimagen distorsionada.
  4. Depresión acentuada con presencia de sentimientos de soledad y desamparo.
  5. Impulsividad en áreas perjudiciales para sí mismos (como el sexo en exceso, abuso de sustancias, etcétera)
  6. Intentos o amenazas suicidas, automutilación.
  7. Relaciones interpersonales inestables o intensas (idealización y/o devaluación excesivas)
5. Hacia la década de los 60: La Revolución Cultural
Considerando a Hobsbawn en su libro “Historia del Siglo XX” (1998), podemos hablar de una revolución cultural en el momento de nuestro hecho histórico a considerar, en la cual el individuo triunfa sobre la sociedad, llevando a una ruptura con los modelos generales de relaciones y las pautas de conducta que la sociedad tenía establecidas. El autor habla de que quienes sentían la desaparición de dichas pautas y modelos llevaba a una inseguridad traumática y a la incomprensión entre las generaciones que sentían la desaparición de las mismas y quienes no conocieron la sociedad con reglas (HOBSBAWN;1998:336). El autor explicita que “las formas más evidentes de romper las ataduras del poder, las leyes y las normas de estado, de los padres y de los vecinos eran el sexo y las drogas” (HOBSBAWN; 1998:334). De hecho los movimientos feministas en Estados Unidos reclamaban la igualdad entre el hombre y la mujer, incluyendo la posibilidad de elección sexual, mayor acceso métodos anticonceptivos y la posibilidad del aborto, bajo el lema de posibilidad de elección.
Hasta el comienzo de dicha revolución, “la inmensa mayoría de la humanidad compartía una serie de características, como la existencia del matrimonio formal con relaciones sexuales privilegiadas para los cónyuges (el «adulterio» se considera una falta en todo el mundo), la superioridad del marido sobre la mujer («patriarcalismo») y de los padres sobre los hijos, además de la de las generaciones más ancianas sobre las más jóvenes, unidades familiares formadas por varios miembros, etc.”(HOBSBAWN; 1998:323). Podemos decir que este modelo de familia “tradicional” cae debido a todos los cambios que conlleva la revolución, en la cual los jóvenes, siendo estos ahora una importante mayoría de la población mundial, conformaron un nuevo grupal social con carácter de independiente. Tal como nos cuenta Hobsbawn (1998), ocurrieron movilizaciones generacionales que fueron considerados acontecimientos a destacar.
El autor considera en tres vertientes sobre la juventud en la década de los sesenta. En primer lugar, la juventud pasa a considerarse como la fase culminante del desarrollo humano en lugar de ser vista como la fase de preparación para la vida adulta (HOBSBAWN; 1998:327). En segundo lugar, la juventud pasa a ser dominante en las economías desarrolladas de mercado, dado que representan una masa concentrada de poder adquisitivo (HOBSBAWN, 1998: 328). La tercer vertiente en la cultura juvenil viene de la mano de una internacionalización, dado que se transmitían por los medios de comunicación imágenes a nivel mundial de jóvenes en tejanos, que junto con el rock se convierten en un símbolo que identificaba esta nueva subcultura. (HOBSBAWN; 1998:328).
Desde el lado de la salud mental, en los años sesenta comienzan a desarrollarse los movimientos antimanicomiales, que rechazaban la institucionalización sobre los enfermos mentales y promoviendo la “devolución” de los internados a la sociedad. En Estados Unidos, lo que ocurre en este aspecto es que los hospitales mentales se convierten en lugar para recibir los “problemas” de la sociedad norteamericana, sobre todo miembros de raza negra.
A modo de síntesis, podemos caracterizar la revolución cultural como una época de cambios en que el individuo se libera y cuestiona las “reglas” que hasta ese momento existían en la sociedad, lo que lleva a brechas de separación entre generaciones, caída de instituciones como la Iglesia y la familia, una nueva masa de consumo que influye en la economía capitalista y su acentuación, etc.
Análisis del hecho
Tal como dijimos anteriormente, vamos a interpretar como es que el contexto social, histórico y cultural influyen en la locura y su concepción, desde el punto de vista de la protagonista, principalmente.
Para un comienzo más organizado, pasaremos a presentar brevemente los personajes más relevantes que tienen lugar en el presente análisis.
Susanna: protagonista, paciente con Trastorno Límite de Personalidad.
Lisa: interna con la que Susanna entabla un fuerte vínculo, internada desde hace ocho años diagnosticada con personalidad sociopata.
Valerie: enfermera encargada.
Profesor: amante de Susanna.
Toby: novio de Susanna antes de ingresar.
Médicos: Sonia Wick, Melvin Potts.
Familia de Susanna: sólo sus padres.
La influencia de la época y el contexto sociocultural, es claramente explicitado en la película, dado que se observa en determinadas escenas el momento en que el hecho se desarrolla y como afecta esto en Susanna y su enfermedad.
La liberación de la mujer se ve claramente en varios aspectos. En primer lugar, las mujeres aparecen fumando en la película todo el tiempo, conducta no aceptada socialmente años atrás. A su vez, se observan determinadas críticas al modo de “represión sexual” en cuanto a que socialmente se aceptaba que el hombre tuviera mayor libertad de tener relaciones sexuales con más de una mujer, mientras que la mujer que las tenía con más de un hombre era considerada promiscua. Susanna critica esto de primera mano al consultarle a la psiquiatra con cuántos hombres debe acostarse para ser “oficialmente” promiscua, mostrando a su vez lo que mencionábamos anteriormente de la “desigualdad” en cuanto al género: sobre la mujer, habla de promiscuidad con un número de 5 a 8 personas distintas con las cuales se hayan consumado relaciones, mientras que para el hombre habla de un número que va de 15 a más de 100.  Aquí se ve claramente la moralidad de la época con respecto a la imagen patriarcal de hombre liberal y mujer dedicada al hogar.
La influencia de la juventud también se puede apreciar desde varios aspectos. En un determinado momento, cuando ellas escapan del sanatorio, se las ve en caravana con un grupo, escuchando música rock, vestidos con jeans y fumando marihuana. Además, se muestran a través de la televisión en la sala de estar del psiquiátrico hechos que nos permiten ubicar cronológicamente el momento en que se desarrolla el film, como por ejemplo la muerte de Malcom X. Además, el novio de Susanna es reclutado en sorteo para el servicio militar, que lo obliga a combatir en la guerra sin tomar en cuenta sus propios deseos y decisión.
Sobre las instituciones y su presentación en la película, hay diversos puntos a tomar en cuenta y aspectos para destacar. En primer lugar, la institución familia, así como la crisis que ésta sufría, aparece representada desde dos lugares: el engaño del profesor con Susanna, y la propia familia de la protagonista. En una de las primeras escenas, se observa como un profesor de Susanna, amigo de la familia que se encontraba en una reunión social, se acerca al dormitorio de ésta invitándola a salir nuevamente. Cabe destacar que el profesor es casado y que su hija era compañera de Susanna, quien rechaza la invitación cuestionando moralmente la acción del engaño del docente en cuestión. La familia de la protagonista es casi ausente en su proceso de “curación”, dado que sólo aparece en determinados momentos puntuales, no más de tres. Se la puede observar preocupada más por “el qué dirán” y la mirada social que por el propio estado de su hija. La madre de Susanna no la despide al irse al hospital, sino que por el contrario, carga la valija en el auto del psiquiatra y observa desde afuera, siendo el médico quien comunica la determinación tomada de acuerdo a su estado de “salud”. Luego, en una visita al hospital para un encuentro con Susanna y su terapeuta, el padre aparece reclamando la curación de su hija para la próxima navidad, dado que tendrán que explicar a “las personas que se interesen por ella” y su estado de salud, denotando la preocupación por su imagen social y mostrando la estigmatización del loco, aún en la propia familia. Es en este mismo encuentro en que su madre llora todo el tiempo al buscar las causas biológicas de la enfermedad, mostrando incluso sentimientos de culpa que no se observan en el otro progenitor.
También puede verse implícitamente las relaciones familiares disfuncionales en el caso de una de las internas del sanatorio que tiene una relación muy particular con su padre, lo cual deja ver el claro dominio patriarcal del padre sobre los hijos. En una determinada escena, Lisa hace explícita la existencia de relaciones sexuales entre padre e hija.
La institución educativa aparece presionando a Susanna, emitiendo un juicio moral sobre sus decisiones. Se la critica por ser la única estudiante que no irá a la Universidad y también por su deseo de dedicarse a la escritura.
Otra institución que merece ser analizada es Claymoore, hospital en que es ingresada la protagonista y se lleva a cabo la mayor parte de nuestro hecho. La función que cumple el psiquiátrico es la de recibir a los enfermos para su rehabilitación, ya sea porque lo amerite un psiquiatra o porque los envíen las autoridades, tal como lo explica un amigo de Susanna al contar una anécdota en el momento en que las chicas han escapado del psiquiátrico. Además se observa que cada vez que Lisa se escapa, es regresada al centro por la policía. Es una institución rígida, basada en reglas que permitan la adaptación social, las cuales son generales e igualmente aplicadas para todos los pacientes, sin tomar en cuenta cada trastorno y necesidad particular. Puede verse claramente la falta de contención de los profesionales, en ningún momento se detienen a escuchar realmente a Susanna, siempre derivándola a hablar en terapia con un psiquiatra que incluso se muestra que se duerme en sesión, sin embargo al final Valerie se detiene a escucharla ante un suceso traumático que ha afectado a todas las pacientes (suicidio de Daisy, una interna recién dada de alta). Ante la exaltación de los pacientes se opta por métodos “drásticos” como sedar al enfermo, baños de agua helada, electrochoques o encierro en la habitación de aislamiento. Cabe destacar que se nos da a conocer que estos hechos no son únicos de dicho sanatorio, ya que cuando Susana critica ciertos métodos aplicados, Valerie le responde que comparado con un hospital público, este centro es un “hotel de 5 estrellas”.
En el sanatorio y sus métodos podemos observar vertientes conductistas (al buscar la cura por la adaptación a la sociedad), psicoanalíticas (en el uso de la terapia por diván) y una clara influencia del paradigma positivista al abordar la enfermedad en la categoría de presencia o ausencia de síntomas. Hay una clara crítica de Lisa a este modelo, que dice textualmente: “En eso consiste la ´teraputada´, por eso hay una jodida foto de Freud en la pared de todo el loquero. Han creado un coño de industria, te tumbas, confiesas tus secretos y salvada! ¡Tachín! Y en fin, cuanto más confiesas, más piensan en dejarte libre”. Susanna busca comprender su enfermedad a lo largo de su estancia en el psiquiátrico, para lo cual se escapa a la noche con otras pacientes e ingresan a un despacho donde leen las historias clínicas. El hecho de que las pacientes se escapen y deambulen a lo largo y ancho de la institución, denota el poco control que se realiza sobre ellas. A modo de comentario, sobre la falta de control nos gustaría agregar el intercambio de medicaciones que se ve a lo largo de la película, donde las internas guardan los fármacos que les son administrados para luego intercambiarlos como mercancía. Esto es un hecho particularmente grave dado que una medicación mal administrada y no apta para un determinado organismo, puede tener consecuencias gravísimas, en casos extremos, la muerte.
A la hora de analizar la enfermedad mental, hay varias ópticas a tener en cuenta. En primer lugar, podemos analizarla desde el punto de vista de Susanna. Ella oscila todo el tiempo entre la concepción de locura y normalidad. Presenta un gran interés en saber su diagnóstico y poder entenderlo. Esto puede observarse en varias escenas, por ejemplo cuando en la sesión que se encuentran sus padres, ella consulta sobre su diagnóstico y qué significa. Cabe destacar que el psiquiatra no le responde al considerar que no es conveniente para ella y su progreso. Podemos ver en la protagonista dos vertientes sobre su enfermedad: la admite en determinados momentos, y la niega en otros. Concretamente sobre su intento de suicidio, no lo admite a los médicos, ella dice que no fue su intención suicidarse. Sólo en un diálogo con su novio admite que no tomó la dosis de mediación adecuada y que su acción fue un intento perjudicial. Es por esto que incluso decide no escapar con él del psiquiátrico, apostando a quedarse y recuperarse.
En determinado momento, ella pide salir de la institución, lo cual es negado por las autoridades de la misma. Puede verse claramente una diferencia entre Susanna y el resto de las pacientes: ya que las demás presentan trastornos con delirios, escapes de la realidad, actitudes sociopáticas, etc. Podemos decir que Susanna es la “cordura” dentro de la enfermedad, lo cual también es reflejado por Valerie, quien en determinado momento le dice “puedo aguantar un montón de chifladuras de gente chiflada, pero tu no estás loca”.
Desde la psiquiatría se siguen determinados cánones para evaluar la enfermedad y su progreso o estancamiento. Ante la ausencia de síntomas y la presencia de planes a futuro, se considera que el paciente está curado o recuperado, y es dado de alta. Esto se aprecia en la escena en que tras escaparse y simpatizar con un joven, éste cuenta la anécdota de un enfermo que veía gente morada y luego fue dado de alta, no por su progreso sino por afirmar ya no verla cuando aún lo hacía. En la escena en que Lisa y Susanna hablan sobre el método terapéutico, Lisa dice que al contar tus secretos te liberan, pero si no tienes secretos estarás eternamente en el hospital. Analizando con nuestra propia mirada el caso de Susanna, la paciente aparece siempre igual en la película, por lo cual no podemos decir que consideramos se haya curado, una de las dudas que nos surgen es si la paciente se recuperó o si fingió su propia recuperación tras adaptarse a los cánones establecidos. A su vez, Susanna cuestiona los síntomas de su diagnóstico todo el tiempo, como la promiscuidad, justifica sus relaciones y vínculos, niega el intento de suicidio, etcétera, además de cuestionar la idea sobre normalidad. El síntoma de rabia como afecto esencial, se ve claramente en arrebatos en los que Susanna reacciona, por ejemplo ante Valerie, ante sus padres en el encuentro con el terapeuta, ante Lisa al final de la película, etcétera. Si bien dichos comportamientos no son considerablemente agresivos, dejan entrever como la protagonista recurre a la rabia a modo de manejo de momentos frustrantes. Otros de los síntomas claramente reflejados son la depresión acentuada con sentimientos de soledad y desamparo, así como las amenazas suicidas y los intentos de automutilación: cuando Susanna habla con Valerie luego del suicidio de una de sus compañeras cuenta entre lágrimas sus sentimientos, que dejan ver una profunda depresión. La distorsión de la imagen se ve cuando al intentar matarse, Susanna se justifica diciendo no tener huesos en su muñeca. Claramente, el intento suicida está presente, al ser la causa de internación. Ya sea porque la madre de Susanna no la despide o porque exigen una curación al médico por cuestiones meramente sociales, o por el simple hecho de la ausencia de los padres en la película, podemos ver y hasta comprender el sentimiento de abandono o desamparo. La impulsividad en áreas perjudiciales para sí misma puede observarse tanto desde la gran cantidad de cigarrillos ingeridos por la protagonista, que pueden significar su gran ansiedad en consumo compulsivo, como por la impulsividad hacia el sexo casual incluso con personas que apenas conoce, que más allá de estar de acuerdo o no con esta concepción, era considerado un síntoma de TLP en ese momento.
Vale la pena analizar los vínculos que se dan en la película, dado que los síntomas de la enfermedad remiten a trastorno de las relaciones, por tener relaciones particularmente asimétricas e inestables o intensas. En particular, el vínculo con Lisa es algo que se destaca por oscilar de una idealización a una devaluación. Lisa pasa a ser su gran “amiga” dentro de la institución, llegando ambas a un vínculo de complicidad para escaparse y sobrellevar cada uno de los momentos que se presentan. Podemos decir que en cierta medida el vínculo se vuelve “nocivo” para la “recuperación” de Susanna, dado que es al entablar su relación con Lisa que empieza a cuestionar los métodos, síntomas, desobedecer las reglas del lugar, desafiar la autoridad, etcétera. Los vínculos que se dan tanto con Valerie como con su doctora (Dra. Wicks) se caracterizan por ser tanto inestables como ambivalentes, pasando de amor a odio. Sólo ante la ausencia de Lisa de la institución comienzan a volverse estables, generándose así relaciones favorables para la “recuperación”. Es la idealización excesiva la que puede justificar las actitudes de Susanna sobre el sexo inmediato, aunque esto no se explicite en la película. Cabe destacar también que un grupo de internas, incluyendo a Lisa, generan una especie de “red” de contención, lo cual se ve claramente cuando una de ellas es aislada por un episodio y acuden a cantarle con el único fin de hacerla sentir mejor. Esto también se refleja en las escenas en que actúan como cómplices para violar las normas y tocar la guitarra en el sótano, acceder a los consultorios y a las historias clínicas, etcétera. Para tomar en cuenta en este aspecto, es la escena de la cafetería, donde todas actúan como dementes para proteger o defender a Susanna, algunas ladrando fingiendo creerse perros, Lisa riendo y amenazando, presentando síntomas que no son acordes a las patologías, con el fin de mostrar una imagen de “locas” que haga sentir incómoda a la mujer del ex amante de Susanna. Tanto la reacción de las enfermas como la de la señora y su hija, reacción de temor o desagrado, deja en evidencia la mirada de la sociedad sobre “el loco”.
El film, si bien es un libro adaptado a las “normas” de Hollywood para ser comercializado y llevado al cine, nos permite ver la locura y la enfermedad desde un punto de vista diferente al convencional, y nos brinda muchas brechas de análisis, así como nuevas dudas e interrogantes para resolver a lo largo de nuestra formación como futuras profesionales.

BIBLIOGRAFÍA


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